La COP 27 y la urgencia climática

Del 7 al 18 de noviembre de 2022, se celebra en Sharm El Sheikh, Egipto, la 27 edición de la Conferencia de las partes del Convenio Marco sobre Cambio Climático de Naciones Unidas. En otras palabras, la COP27.  Escribo estas líneas en mi viaje a Egipto, cuando todavía no he puesto los pies en este país ni en la zona azul de la COP27, y con la ilusión de participar en la cumbre anual del clima, a sabiendas de que no se lograrán todas las decisiones necesarias, pero con la convicción de que este tipo de encuentros es necesario para avanzar en la cooperación internacional y para intercambiar experiencias con el fin de acelerar el cambio que todos necesitamos y que todavía no sabemos, o no queremos, asumir.

Durante dos semanas, los representantes de 196 países participarán en negociaciones, conferencias y debates sobre uno de los problemas más acuciantes y globales para la humanidad en el siglo XXI: el cambio climático. A Sharm El Sheikh acudirán no solo los lideres políticos y representantes gubernamentales de todo el mundo, sino también representantes de instituciones internacionales (Naciones Unidas, FMI, Banco Mundial, Unión Europea…) y personas de la sociedad civil, empresas, universidades, jóvenes, indígenas…

La COP27 se celebra en un momento internacional muy complicado dominado por la guerra en Ucrania, y las graves crisis energética y alimentaria que ha desencadenado. La utilización por parte de Putin del gas ruso como arma de guerra podría ser una gran oportunidad para alejarse de los combustibles fósiles y para utilizar las energías renovables. Sin embargo, no es fácil pasar de la noche a la mañana a un nuevo sistema energético y estamos presenciando una huida hacia delante de muchos países para mantener el funcionamiento de su economía y el bienestar de su población.

El contexto no podía ser más difícil para lograr acuerdos pues hemos pasado de una crisis general del multilateralismo, iniciada hace unos años con el acceso al poder de Trump en Estados Unidos, a una confrontación abierta, pero no militar afortunadamente, entre el mundo occidental y Rusia. Este país, además, cuenta con el apoyo implícito de otros países emergentes con gobiernos cada vez más totalitarios (y más importantes desde el punto de vista económico y climático) como China, India, Turquía, o Brasil hasta hace poco, que cuestionan el orden internacional existente. De hecho, varios presidentes, incluidos los de China y la India, han anunciado que no participarán en la COP. La grave crisis internacional y su impacto económico y social a nivel interno hace que haya poco margen de maniobra en los gobiernos y que cada vez sea más difícil lograr y hacer cumplir acuerdos que estén a la altura de las circunstancias.

Y las circunstancias son las de una urgencia climática sin precedentes. Este año hemos asistido a una serie ininterrumpida de desastres naturales provocados por el cambio climático (inundaciones, sequías, incendios, lluvias torrenciales, huracanes…) en todos los rincones del planeta (desde el Caribe a Zamora, pasando por Nigeria, Florida, Pakistán…). Muchos han sido devastadores y se han llevado por delante muchas vidas humanas, destruido infraestructuras vitales y empujado a la miseria a millones de seres humanos. Estos desastres nos han hecho darnos cuenta de que ya estamos en el futuro, un futuro distópico que nos asusta y que tenemos el deber de evitar tanto por nosotros como por las generaciones futuras. 

Lo que está claro es que, cuanto más tardemos en reaccionar, más difícil será frenar el cambio climático. Desgraciadamente, ante la urgencia, se aprecia una inercia y cierta indiferencia por parte de los Estados y sus gobiernos, que muchos activistas como Greta Thumberg han denunciado sin ambages.

António Guterres en la inauguración de la COP27

No se puede negar: empieza a notarse una cierta fatiga hacia las COPs. Muchos se cuestionan para qué sirven y si vale la pena organizar estas reuniones multitudinarias que generan cantidades considerables de gases de efecto invernadero para lograr acuerdos que, o no se cumplen, o son insuficientes. En efecto, llevamos ya 27 COPs y el problema sigue ahí y parece cada vez más insoluble. Muchos Estados no han cumplido, o han cumplido a medias, las promesas que hicieron en el marco del Acuerdo de Paris. Pero aun cumpliéndolas, Naciones Unidas nos acaba de decir que llegaríamos a un calentamiento global con efectos desastrosos e irreversibles. La COP27 comienza con la impresión de que el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a 1’5 grados, está muerto y enterrado y ahora se trata de impedir que el aumento sea mucho mayor y por lo tanto catastrófico.

Precisamente porque los efectos del cambio climático son cada vez más evidentes, no podemos limitarnos a hablar de mitigación, es decir de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. La COP27 refleja esta necesidad y ha incluido, en su punto de mira, el esfuerzo de adaptación que tienen que hacer todos los países para prevenir y limitar los efectos del cambio climático que ya existe. 

No debemos olvidar que es la primera vez que tenemos una COP en África y ello tiene una gran importancia desde el punto de vista político y de la visibilidad internacional del continente. Y, por descontado, también tiene un impacto en los temas discutidos en la COP.  Por ejemplo, la financiación internacional para los países más pobres, o la posible indemnización por parte de los países más desarrollados de pérdidas y daños debidos al cambio climático, que afectan, de forma desproporcionada y cada vez más dramática, a los países menos desarrollados y más vulnerables.

Se ha criticado que  la COP27 tenga lugar en Egipto, donde hay ecologistas en la cárcel, como Alaa Abd el-Fattah. Las criticas consideran que, a través de la COP, se está dando un espaldarazo internacional al gobierno egipcio a pesar de cómo trata a los disidentes. Lo que esta haciendo la COP es atraer la atención internacional al respecto. Espero que la celebración de la COP27 en Egipto contribuya a la liberación Alaa Abd el-Fattah y de otros ecologistas en las cárceles egipcias y de otros paises.   Esta cuestión nos recuerda que no podemos disociar la lucha por el medio ambiente de la lucha por los derechos humanos. 

Todas estas consideraciones no nos tienen que llevar al desanimo sobre la COP27. La COP es un foro internacional necesario para encontrar soluciones conjuntas ante el cambio climático, que es un problema global. Vencer, o al menos limitar, el cambio climático es una tarea ardua pero no imposible, que requiere actuar tanto a nivel local como global.  No podemos quedarnos con los brazos cruzados, hacer postureo o mirar hacia otra parte. Sería imperdonable y estúpido.

Como ha dicho el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, estamos en la disyuntiva entre un suicidio colectivo o una responsabilidad climática solidaria. El problema es que necesitamos una nueva gobernanza internacional porque la existente es claramente insuficiente.

Carmen Marqués Ruiz

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